¿Cómo hacer la voluntad de Dios? 1 de Samuel 16:1-13

 


“Llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere” 1 S. 16:3

 

 

Introducción

En el contexto de este pasaje, encontramos la descripción de la desobediencia de Saúl hacia Dios, la cual consistió en preservar la vida de Agag, rey de Amelec; y lo mejor del pueblo, en lugar de aniquilarlos como Él se lo había ordenado.

Esta desobediencia ocasionó que el reino de Saúl fuera reprobado delante de Dios, razón por la cual; Dios ordena al profeta Samuel buscar otro rey para Israel.

¿Qué tendría que hacer Samuel para cumplir la voluntad de Dios, sin equivocarse a la hora de ungir al nuevo rey de Israel?

 

1.    Permitir la dirección de Dios.

 

Lo cual implica:

 

-       Oír a Dios “Dijo Jehová a Samuel”. 1 S. 16:1

Samuel era el último juez de Israel, además era profeta de Dios; él sabía que para hacer la voluntad de Dios debía ser sensible a su voz, de lo contrario no podría hacer su voluntad.

 

Dios le dijo a Samuel que se preparara para ir a Belén, a la casa de Isaí porque de sus hijos saldría el nuevo rey de Israel.  

 

-       Obedecer su palabra “¿Cómo iré?”. 1S. 16:2

Luego de que Dios le dice a Samuel lo que debía hacer, él le pregunta cómo hacerlo, con la intención de obedecerle aunque su vida corriera peligro por eso.  

 

Para proteger la vida de Samuel, Dios le dice que vaya a ofrecerle sacrificios en Belén, la casa de David.

 

-       Creer en su promesa “Y llama a Isaí al sacrificio, y yo te enseñaré lo que has de hacer, y me ungirás al que yo te dijere”. 1S. 16:3 

Para cumplir la voluntad de Dios, Samuel debía hacer primero lo que Dios le pedía, lo cual implicaba negarse a sí mismo y arriesgar su vida por Él, para luego así ver cumplida su promesa, que era conocer personalmente al nuevo rey de Israel.

 

El profeta creyó en la promesa de Dios e hizo como Él le ordenaba “Hizo, pues, Samuel como le dijo Jehová”. 1S. 16:4

 


2.    No dejarse llevar por las apariencias 1.S 16:6-7

 

Luego de que el profeta llegara a Belén, convocó a los ancianos de la ciudad de forma pacífica para ofrecer sacrificio a Dios. Asimismo ordenó que vinieran Isaí y sus hijos. 

 

Cuando Samuel vio a Eliab, el primogénito de Isaí; quien era de gran estatura y probablemente fornido; dijo “De cierto delante de Jehová está su ungido” 1S.16:7; pero Dios le respondió que no se dejará llevar por su apariencia, porque Él ve más que eso, Él mira el corazón (lo interno de una persona). De esta manera dejo pasar a Eliab.

 

 

3.    Esperar el tiempo de Dios 1S. 16:8-11

 

Luego de que se retirara Eliab, Isaí llamó a su hijo Aminadab al cual respondió Samuel que tampoco a este había elegido Dios. Asimismo vino delante de él Sama, respondiendo Samuel de la misma manera. Así hasta ver a 7 hijos de Isaí. Por lo cual el profeta le preguntó a Isaí: “¿Son estos todos tus hijos?” 1S 16:11;  a lo que él le respondió: aún queda el menor, el que cuida las ovejas.

 

Aunque Samuel hubiera preferido que la elección del nuevo rey de Israel fuera más rápida, el tuvo que esperar “el tiempo de Dios” para que finalmente luego de haber visto a los 10 hijos de Isaí, llegara el que Dios había elegido.

 

 

4.    Aceptar la voluntad de Dios. 1S.16:12-13

De las 10 opciones anteriores, David era la menos apropiada delante de los ojos del profeta y de los hombres, pues David era solo un muchacho, que según algunos comentaristas rodeaba los 16 años, ideal solamente para apacentar a las ovejas de su casa, no una nación entera.

Sin embargo, David fue la persona que eligió Dios para que fuese el nuevo rey de Israel, Samuel debía aceptar la voluntad de Dios y confiar que era la mejor alternativa; en señal de ello Samuel tocó el cuerno del aceite  y ungió a David como rey. Posteriormente; David se constituyó en toda la historia de Israel, como el mejor rey.

 

CONCLUSIÓN 

La voluntad de Dios es buena y agradable, pero hacerla implica un precio que debemos pagar. Debemos permitir que Él nos dirija, evitar dejarnos llevar por las apariencias, esperar el tiempo correcto y finalmente aceptar la voluntad de Él, aceptando que es la mejor opción, aunque no lo entendamos en el momento.

 

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