JESÚS SANA AL HIJO DE UN NOBLE Juan 4:43-54

 




“Jesús le dijo: Vé, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.” Juan 4:50

 

 

INTRODUCCIÓN

Esta historia encuentra su ocasión en Juan 3:25; donde hubo un conflicto entre los discípulos de Juan el Bautista y los judíos por causa del bautismo de Jesús, quien además; ganaba popularidad entre el pueblo, por lo cual ellos discutían entre sí para determinar cuál bautismo era más importante. Ante esta situación Jesús se va de Judea para evitar que el conflicto se intensificara por su causa.

Con esa misma intención y luego de pasar por Samaria, Juan 4:4; llega a la región de Galilea esperando que se calme un poco el conflicto entre los judíos y los discípulos de Juan el Bautista; pues según Él, “el profeta no tiene honra en su propia tierra” Juan 4:44. Jesús era de Nazareth, pueblo ubicado en Galilea.

 

LOS GALILEOS RECIBEN A JESÚS 

“Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta; porque también ellos habían ido a la fiesta.” Juan 4:45

Probablemente el hecho de que los galileos recibieran a Jesús, no era muy esperado por él; basándonos en su propio dicho, sin embargo, el autor del evangelio nos dice que ellos le recibieron por las cosas que vieron que hizo durante la fiesta en Jerusalén. En esa fiesta (pascua) Jesús echó a los mercaderes que estaban en el templo, acusándolos de que habían convertido la casa de Dios en un mercado, Juan 2:16; fue tal la impresión que ninguno le hizo frente, demostrando su aceptación. Es por ello que ahora los galileos  le recibían.

Esta reacción, movida por una fe alimentada por las obras maravillosas de Jesús, es en muchos casos un ejemplo de la fe de muchos que siguen a Jesús, nada más por sus obras o milagros. El problema de estas personas es que cuando no ven obras y milagros ya no encuentran motivación alguna para continuar creyendo. Como el caso de Tomas que dijo que hasta que no viera al Cristo resucitado y le tocare no creería que había resucitado, Juan 20:25.

 

UN NOBLE SE ACERCA A JESÚS

 Y había en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo. Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.” Juan 4:46c-47

El relato continúa diciéndonos que Jesús llegó hasta Caná, donde había convertido el agua en vino, y estando allí; vino un oficial del rey que había oído de Él, este venía desde Capernaúm para rogarle  que descendiese a su casa y sanara a su hijo que estaba  gravemente enfermo. Juan 4:47

En respuesta, Jesús acusa al hombre de tener una fe incompleta y equivocada, basada en obras únicamente, como los galileos que le recibieron. Este tipo de fe le desagrada. “Si no viereis señales y prodigios, no creeréis.” Juan 4:48. Por eso, viendo la premura del noble, Juan 4:49; Jesús prueba su fe para llevarla hasta su plenitud, diciéndole: “Vé, tu hijo vive” Juan 4:50; esta repuesta de Jesús implicaba que el noble tuviera que creer no por lo que veía, sino más bien por la palabra de Jesús.

Jesús quiere llevar nuestra fe a su plenitud, que podamos ser capaces de creer en Él, aún cuando no veamos señales y prodigios en nuestras vidas. 

 

LA FE DEL NOBLE LUEGO DE SU ENCUENTRO CON JESÚS

“Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue.” Juan 4:50

Según el relato el noble creyó en ese mismo momento, y como prueba de su fe, él se fue de regreso hasta Carpenaúm, Juan 4:51, la cual quedaba a varias horas de camino “Ayer a las siete le dejó la fiebre.” Juan 4:52; sin embargo, fue un tiempo donde su fe no titubeó, sino que se mantuvo hasta recibir la buena noticia de que su hijo había sido sanado en aquella misma hora en que Jesús le dijo: “Vé, tu hijo vive”, Juan 4:53. Como resultado de esto, creyó también la familia del noble. “y creyó él con toda su casa.” V.53c.

Es notable destacar el efecto de creer en la palabra de Jesús, aquel hombre no solo recibió el milagro de sanidad que necesitaba, sino que también hubo un cambio de mentalidad, un arrepentimiento de él y su familia; de no creer a creer en Jesús. La palabra de Jesús tiene poder, no necesitamos milagros y prodigios para creer en Él, su palabra es suficiente para sanar, y salvar al pecador.

 

CONCLUSIÓN

Quizá la fe más común y sencilla, es aquella que se fundamente en “ver para creer”; así piensa el mundo, pero esta no es la fe que agrada a Dios, ni es la que mantiene firme aún creyente en todo momento. La fe que agrada al Señor, es la que va más allá de los milagros y prodigios, es aquella se fundamente en Cristo y su Palabra. Esta es mucho más fructífera.   

 




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